Aunque es clara la influencia que ejerce la genética sobre la aparición del trastorno bipolar (TB), sus mecanismos precisos aún son inciertos. Si bien se han identificado algunos genes candidatos (ANK3 y CACNA1C), su injerencia carece de fuerza para explicar satisfactoriamente el fenómeno.

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Sin lugar a dudas, la depresión es la fase más difícil de tratar en el trastorno bipolar. Por lo general estos pacientes muestran una resistencia para responder a los tratamientos farmacológicos convencionales, por lo que se han buscado en años recientes otras alternativas que sean de mayor eficacia.

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De acuerdo a los resultados iniciales de un estudio con un diseño de cohorte recientemente publicado, los anticonvulsivos gabapentina, lamotrigina, tiagabina y oxcarbazepina conllevan un mayor riesgo de desarrollar conducta suicida, en comparación con otros fármacos de la misma clase terapéutica. Por medio de la información obtenida en los registros nacionales de datos médicos y farmacéuticos en los Estados Unidos de Norteamérica, estos investigadores identificaron cerca de 300,000 nuevos casos de sujetos mayores de 15 años tratados con anticonvulsivos durante un periodo de 5 años y medio.

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La denominada «dicotomía kraepeliniana», que divide a la psicopatología entre trastornos psicóticos y anímicos y que en la etapa adulta conformarán a la esquizofrenia y al trastorno bipolar, se ha mantenido por más de un siglo en la nosología psiquiátrica contemporánea. Su influencia en la clínica, en la investigación y en la percepción pública de estos padecimientos es indiscutible.

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