Uno de los problemas más críticos de las enfermedades mentales en el campo de la salud pública es el relacionado con el suicidio. Debido a que la información sustentada por la evidencia en este campo es muy limitada, lo relacionado con el análisis de los aspectos del manejo farmacológico y psicológico de este problema, así como el de las estrategias clínicas de prevención encaminadas a reducir la conducta suicida aún es un tema de gran debate.

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El tratamiento farmacológico del enfermo psiquiátrico se ha vuelto una situación compleja, sobre todo a partir de las últimas décadas. En la medida en que han aparecido nuevos medicamentos de distintas clases farmacológicas y en que estos compuestos empiezan a prescribirse para distintas entidades clínicas, de manera simultánea (por ejemplo los estabilizadores del ánimo o los antipsicóticos de segunda generación), encontramos pacientes con un tratamiento cada vez más complicado.

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La última década se ha caracterizado por un importante avance en la investigación biomédica. La psiquiatría, como gran parte de la medicina, ha entrado en una etapa de rápidos avances y tiene un futuro prometedor en áreas como la genética, la biología molecular y celular. Desafortunadamente, estos hallazgos no se traducen rápidamente en el beneficio directo de los pacientes.

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