La participación de la genética en la etiología de los trastornos afectivos se reconoce al menos desde principios del siglo XX. Los estudios en gemelos han demostrado que los factores genéticos representan entre 40 y 70% del riesgo para desarrollar depresión. No obstante, el interés por encontrar estos factores hereditarios ha sido menor al otorgado a otros, como la participación del contexto social o a elementos interpersonales, cognoscitivos, de personalidad o psicodinámicos.

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El consumo de alcohol tiene múltiples orígenes que se pueden ubicar en ciertas condiciones ambientales propiciatorias y en las características individuales de la personalidad y de la patología de los sujetos que lo consumen. Entre las diversas causas, una se relaciona con la actitud y el concepto subjetivo que se tienen sobre el consumo y el abuso de bebidas alcohólicas.

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Algunas de las preguntas más importantes que se generan en psiquiatría y en general en la valoración de la salud mental se refieren a cómo cambian a lo largo del tiempo los síntomas y la conducta y qué factores tienen influencia sobre el desarrollo de los fenómenos mentales, tanto normales como patológicos. Las evaluaciones periódicas son la única forma de determinar a lo largo del tiempo las tendencias del desarrollo normal y anormal, la gama de variaciones individuales de cambio y la influencia de los factores de riesgo y protección sobre el inicio y mantenimiento de los trastornos psicopatológicos.

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Para el clínico es muy frecuente encontrar que los pacientes con un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) presentan además manifestaciones sindromáticas depresivas. Sin embargo, en ocasiones no es sencillo determinar el grado y la severidad de esta asociación y su repercusión sobre la eficacia de los tratamientos. Por otra parte, la presencia de síntomas depresivos en el paciente con TOC es un factor que genera confusión en las investigaciones biológicas y neurocognoscitivas de los trastornos obsesivos.

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