El suicidio es un problema grave de salud pública en general y de salud mental en particular. Hay evidencia de que las tasas de suicidio a nivel mundial se incrementan año con año. Debido a que este es un fenómeno complejo, su estudio requiere un abordaje desde diferentes perspectivas. Una de ellas es buscar si existen algunos elementos neurobiológicos que distingan a los pacientes con ideación y conducta suicida. En un artículo reciente se hace una revisión de lo que se conoce hasta este momento sobre las bases biológicas del suicidio.

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El deterioro cognitivo leve es una condición clínica prevalente en un porcentaje importante de adultos mayores. En algunas ocasiones puede ser una condición prodrómica del desarrollo de demencias. Por consiguiente, es importante para el clínico conocer si es de utilidad prescribir tratamientos farmacológicos para esta condición con el fin de reducir su avance. En esta revisión se hace un análisis de la eficacia y la tolerancia de estos medicamentos clasificados como procognitivos.

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Tanto la prevalencia como el riesgo, curso y gravedad de los trastornos mentales pueden estar influidos por experiencias adversas durante la infancia. En un trabajo de reciente publicación se corrobora cómo estas experiencias en etapas vulnerables de la vida generan un riesgo mayor para el desarrollo de algunas enfermedades mentales.

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Los sistemas de clasificación en uso hasta hoy en día han mantenido su estructura diferenciado a las distintas formas de la esquizofrenia de acuerdo con su expresión sintomática y a su evolución a lo largo del tiempo. Ahora se propone considerar el tipo de respuesta a los tratamientos como una alternativa para distinguir a los diferentes subtipos de esta enfermedad.

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